sábado, 4 de septiembre de 2010

A mi me toca profundamente el corazón...




Hoy quiero comenzar el programa con El peso de una oración”. Una historia que ya he leído alguna vez y que sin embargo al repasarla, no deja de emocionarme su mensaje… Experimento la sensación que traspasa el alma y me moviliza los sentimientos…


Son muchas las cosas que pienso, algunas están muy claras, muy claras para mi que creo en Dios y que pienso que llega siempre en el momento justo y que conoce todas las razones y los por qué las cosas pasan… Y por lo tanto me emociona ver estas historias como representativas de la acción de Dios, de los milagros que produce en esta tierra nuestro creador…

No obstante, se que cuando digo esto, puedo estar frente a una audiencia que cree en un Dios, tal vez del mismo al que – a mi modo- le brindo honores o tal vez de otro… O quizás directamente esté frente a algunos oyentes que no crea en ninguno…

Por eso, decido enfocarme para otro lado… Pero, les digo la verdad, es algo raro… Porque no puedo escaparme de esta imagen que ha creado mi mente… Pienso, que la ilusión de creer en “algo” nos alimenta el espíritu, siento que, inevitablemente, nos llena de vigor y de fuerza, nos invade de ánimo y aliento e incluso nos marca un sendero, nos conduce por un camino…

De cualquier manera, si seguimos “investigando” sobre esta reflexión, nos damos cuenta de que no solo nos habla de la fe, sino que también nos muestra el lado más comercial-remunerativo y de mezquindad que puede llegar a existir en el ser humano… Y, de repente, la figura que se contrapone, en el momento en que aparece la solidaridad y la generosidad que llega únicamente cuando nos damos la posibilidad de abrir nuestro corazón y dar una mano a los que la necesitan…

Creo que en la vida, hay un poco de estas tres cosas, -y de otras también pero que aquí no se mencionan- que hacen que a medida que vayamos transitando el camino nos sorprendamos por los acontecimientos que se vuelven extraordinariamente misteriosos e incomprensibles para la mentalidad humana por lo que las percibimos como milagros, aunque creo que también hay personas que se han educado en la generosidad y la ejercen y otros que han adoptado un espíritu comercial y lucrativo que les impide ver más allá, hasta que de repente… “una expresión sobrehumana” vislumbra toda su existencia…


Comunicadora Social/Periodista Silvina Tissera.