La historia con la que damos apertura al programa de hoy, nos invita a reflexionar sobre la distribución que hacemos con nuestro tiempo, en una época donde el consumo es el gran protagonista y aumentar cada vez más el poder adquisitivo es prácticamente un objetivo generalizado.
La manera competitiva de vivir en la actualidad, la forma de desenvolvernos en la sociedad consumista hace que el mercado nos vaya “educando” en la ambición y en la avaricia y nos ordena la tarea de trabajar en pos de lograr un incremento permanente de capitales.
Y suele ser tan determinante nuestra meta, al punto que nos olvidamos que hay grandes cosas en la vida que merecen de nuestra atención y de nuestro esmero. Pero es que estamos tan ocupados en la misión que nos hemos impuesto que pareciera ser que no podemos ver más allá de lo material y lo económico… Mas allá de lo mercantil o monetario…
Y de esta manera, vamos desaprovechando esos instantes que podrían volverse mágicos si simplemente nos dispusiéramos a compartir algo con las personas que son especiales para nosotros y para las cuales también lo somos. Esos instantes mágicos que no se cotizan en pesos ni en dólares pero que no pierden su valor aunque pasen los años… Porque los sentimientos quedan perpetuados en el corazón, los momentos que nos llenaron de alegría y emoción se inmortalizan en el alma y no se amortizan nunca, porque el amor no tiene noción del tiempo…
Por eso, la idea de empezar con esta historia, es reflexionar sobre cómo estamos “administrando” nuestro tiempo, la intención es pensar en el costo de oportunidad de nuestra vida, y recapacitar sobre cuántas cosas nos gustarían decir y quizás nos estamos callando… cuantas cosas nos gustaría compartir pero no las compartimos… Recapacitar sobre, a quiénes extrañamos y no se lo hacemos saber… a quiénes queremos pero jamás se lo decimos…
Justamente, mañana es el Día del Niño, y a veces suele suceder que nuestra mayor preocupación es que a ellos “no les falte nada” entendiendo que ese “no faltarles nada” es todo lo que se puede comprar con dinero… Y entramos en una equivocación de creer que nuestros niños “lo tienen todo” sin advertir la importancia de una palabra en el momento justo, la necesariedad de un consejo en el momento adecuado, el valor de una caricia en un instante de tristeza o un abrazo en un momento de alegría…
Que no es más ni menos que referirnos a la necesidad de presencia y de estar cuando se lo necesita y cuando es necesario… Por eso, reivindicamos la idea de volcar nuestra reflexión hacia un horizonte lleno de luz que nos permita vislumbrar que la vida está llena de cosas lindas, está colmada de gente que nos quiere y queremos… compuesta por personas que necesitamos y nos necesitan… Y por lo tanto, debemos saber como utilizar nuestro tiempo, para que podamos cumplir con nuestras obligaciones sin dejar de disfrutar de esos seres que nos llenan de amor y sentido… Para que cuando pasen los años no sintamos la triste sensación de que se nos ha pasado la vida sin prácticamente haber vivido…
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