La historia con la que hoy vamos a dar a apertura a nuestro programa nos enseña la importancia de creer en algo y nos invita a abrir nuestro corazón a la fe… nos habla de la importancia de tener confianza en la vida… sabiendo que siempre hay una salida… Aún, más allá de todo.
Muchas veces atravesamos situaciones difíciles y experimentamos la triste sensación de que estamos inmersos en un círculo en el que no encontramos manera de escaparnos… ¿Nos ha pasado? Si, nos ha pasado… y quizás más de una vez...
Pero seguramente también, más de una vez, haber tenido la certeza de que la historia podía cambiar, podía ser diferente y dar un giro positivo nos ha ayudado a ver la vida desde otra perspectiva, con más optimismo y ha sido el puntapié inicial para encarar las diferentes circunstancias con una mirada que lleva impresa la convicción de que todo puede mejorar…
Y es allí, precisamente, en ese sitio donde me encuentro con mi “mejor manera” de percibir los hechos el lugar en el que habita el don de la fe… en el mismo espacio en el que existe la gracia de la esperanza. Y es, entonces cuando me conecto con “lo mejor de mi” cuando empiezo a develar los máximos secretos que se esconden en lo más recóndito del alma…
Ya que ¿cuántas cosas nos privamos de hacer frustrados por el miedo?, ¿cuántas cosas nos privamos de sentir por el temor a fracasar?, ¿cuántas veces dejamos de ser lo que queremos ser por la perturbación de pensar en el “qué dirán”?…
Y sin embargo, si abandonamos, aunque sea por un momento, todo lo que nos rodea y nos involucramos comprometidamente con todo lo que nos pasa en el corazón… La historia que nos toca escribir a cada instante de nuestras vidas puede ser totalmente diferente… Y podremos imprimir en cada anécdota la experiencia de haber actuado sin temor al desafío, característica que nos hace grandes y nos ayuda a crecer…
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